"¡Dos empanadas, dos bombitas y un plato de locro!", gritó el pedido Juan José, desde la caja, a una de las empleadas de "Ginesito Parra", uno de los locales de comida del Mercado del Norte. El pedido sólo suena inusual por el horario: las 10.50. En los puestos de minutas del mercado, en pleno microcentro, las empanadas, la pizza, el kipe y las bombitas de papa, junto a los platos fuertes, no conocen horario.
A lo largo de la mañana, el olor a comida de los diferentes puestos abre el apetito a más de uno. La actividad en las diferentes cocinas es constante, porque todo el tiempo hay comensales. "Así como hay restaurantes que tienen turnos y hay un recambio de clientes bien marcado, acá la actividad es constante", explicó Juan José, detrás de la registradora del local que heredó de sus padres y abuelos. "Hace 57 años que estamos en el rubro. Aquí se mantiene lo tradicional, todo cocinado en el día. Se dan casos que no ves en otros sitios: hay gente que a las 9 pide un plato de locro", relató.
Según el encargado, hay platos que se venden más, dependiendo del horario. Desde las 11, las sfijas y las bombas de papa son las comidas elegidas, cuando el mediodía aún está lejos y el hambre se hace sentir. La mayoría de los puestos trabaja de 8.30 hasta las 14, cuando cierran las puertas del mercado, y regresan desde las 18 hasta las 22.
Hay varios tipos de clientes, según comentaron en los locales. Los que se sientan antes de las 10 son los trabajadores nocturnos, que comen antes de volver a sus casas.
Muchos vienen desde diferentes localidades de la provincia para realizar trámites en la capital, y como desayunaron muy temprano, almuerzan dos horas antes del mediodía. Éste es el caso de don Edgardo Mendoza. Con una mochila marinera al hombro, una campera anudada en la cintura y una bolsa de arpillera plástica que parecía que iba a reventar justo en el cierre, partía de regreso a Yacuchina, al oeste de Monteros. "Me levanté de madrugada y me trajo un vecino en auto. A las 4 ya estaba en el hospital para conseguir turno con un médico laboral, hice unas compras en El Bajo y me vine a comer algún bocado", explicó el hombre. Luego de pagar por dos porciones de kipe, salió del mercado rumbo a la Terminal.
Así como algunos realizan una pausa en la rutina para tomar un café, en el Mercado están los que prefieren las empanadas, las bombas de queso y las porciones de pizza. Pamela y Johana compartían una porción de tortilla de papa en una barra. Ellas salieron al centro porque una tenía una entrevista de trabajo. Luego de pasear, contaron, fueron a comer algo. "Acá venimos por la comida y el precio. Por $55 compramos dos sánguches y una porción de tortilla de papas, además de dos vasos de gaseosa. Nos conviene venir aquí, porque en un bar o en un restaurante comprar una gaseosa chica ya sale $22", explicó.
Tres banquetas a la derecha, Rodolfo Cataneo Sánchez almorzaba junto a su esposa y su bebé, Wendy, de un año y cuatro meses. "Sabemos que la comida es fresca, se puede ver cuando cocinan y nunca es recalentada. Por todo eso es que elegimos comer aquí", explicó el vecino del barrio Progreso, en la Banda del Río Salí. Los tres fueron al centro para hacer trámites y aprovecharon para almorzar afuera. "Lo que más me gusta es la bombita de papa, es lo que le recomendaría a alguien que venga de afuera", completó.
En el "Rey del Kipe" (con casi 70 años de vigencia), una multitud se agolpó constantemente en el angosto local, a lo largo de la mañana. La kafta era el platillo más pedido. Degustando con parsimonia, Eduardo y su hijo Gastón, empleados bancarios, aprovechaban un tiempo libre para comer. "Es una cuestión de tradición, si se visita el Mercado no podés irte sin pasar por el “Rey del Kipe”. Si no comés kafta aquí, es como si te fueras y olvidaras algo", dijo Eduardo, mientras se limpiaba con una servilleta.
Para Romina Romano, al frente del puesto "Maruchy" -bautizado así en honor a su mamá-, la vigencia del Mercado se relaciona con un elemento cultural. "En todas las ciudades, el mercado es un ícono. El Mercado del Norte también lo es. La comida aquí está constantemente en elaboración. Además de que es mucho más económico, hay una confianza y una proximidad con muchos clientes que no se da en otros lugares", opinó. Contó que tiene muchos clientes que trabajan en las oficinas de Aduana y como se tienen confianza, le encargan los platos por mensaje de texto.
Para la hija de "Maruchy", uno de los debes del predio son las normas de trabajo. "En este local trabajamos con delantal y gorra, pero en otros puestos no. No hay que olvidar que acá servimos alimentos. Como a mí no me gusta que los clientes coman en la barra, cerca de la comida expuesta, separamos la barra de la mesada. Sería bueno que se regularicen algunas normas, para mejorar la calidad de todo el mercado", anheló.
En el local de Romano, Luciano y Rubén esperaban que llegara su pedido. Ellos trabajan como albañiles en una obra en la calle San Juan. "Soy de Alderetes, y Rubén viene de La Banda. No conocía la comida de aquí, pero el patrón nos dijo que lo mejor que podíamos hacer era comer acá", comentó Luciano. "Y tenía razón el patrón", asintió Rubén, mientras jugaba con un expansor metálico en su oreja izquierda. "Acá está la mejor comida. El locro de acá es exquisito, quedás 10 puntos después para volver a trabajar", dijo entre risas.
En uno de los últimos locales de comida, en el pasillo del ingreso sobre calle Mendoza, Steven Hadj disfrutaba de un plato de locro bien pulsudo. Él vino desde Francia junto a dos amigos, para recorrer Argentina. "Somos de Grenoble, en el sudeste francés, cerca de Lyon. Tucumán tiene un aire distinto a otras grandes ciudades, así que esto nos gusta. Buscábamos un lugar con comida local y descubrimos el Mercado. Aquí está lo popular", sostuvo el francés, mientras sopaba el pan en su plato. Contó que vinieron por cuatro días a la provincia, antes de seguir viaje por Puerto de Iguazú, Rosario y Buenos Aires, en un viaje por varios países de Sudamérica.
Daniela Díaz arrimó una banqueta sobre un extremo de una barra. Al mediodía un gentío pululaba para elegir donde sentarse. "Salgo de la facultad y tengo poco tiempo para comer, así que el Mercado es lo que me conviene", explicó la estudiante de enfermería, que tenía contados los minutos para comer e ir a trabajar. Tres veces a la semana cuida niños en El Corte. Detrás de ella, Mabel y Adriana, que viven en el barrio Jardín, decidían cuál sería el menú que llevarían a su casa.
Con mucha paciencia, Rosa, que vive en Lomas de Tafí, le ponía sal a una porción de pizza que pidió. "Soy muy pizzera, así que vengo acá para mantener la tradición. No soy de venir seguido, pero cuando vengo, me siento a comer", contó la mujer. Ella fue al centro a comprar remedios para su mamá, según contó. "Aquí lo mejor es la atención, siempre han sido muy amables conmigo, lo tengo que destacar", completó la mujer.
"Hay gente que le dice al Mercado del Norte el Shopping de los pobres. No sé si será tan así. Acá no vas a encontrar lomo al ajillo, por ejemplo. La gente quiere comida que comería en su casa, así que ofrecemos lo casero. Se volvió una tradición, y el Tucumán autóctono sobrevive aquí", finalizó Juan José, a punto de sentarse a almorzar.